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"Si
regaño a mis hijos por decirlo les estoy dando a entender que es una palabra
insultante y así mantengo el estigma".
Los
niños no siempre tienen filtro cuando se ponen a comentar la apariencia de la
gente. Por ejemplo: hace poco mi hijo me dio una palmadita en la tripa y me
dijo lo "grande" que parecía con mi nuevo vestido de verano.
Como
quiero criar a un hijo que tenga una percepción sana sobre los cuerpos, hice lo
posible para mantener la calma y responderle de forma neutral,
independientemente de cómo me sentí por lo que dijo. Y he de decir que, desde
ahora, Allison Kimmey es mi modelo a seguir en esa cuestión.
Kimmey,
escritora de libros de autoayuda y de empoderamiento personal, publicó hace
poco en Instagram cómo reaccionó cuando su hija la llamó gorda.
"Hoy
mi hija me ha llamado gorda", escribe en el pie de una foto de sí misma y
su hija de cuatro años, Cambelle, en bañador. "Ella estaba enfadada porque
les hice salir de la piscina y entonces le dijo a su hermano que mamá está
gorda".
En
vez de enfadarse, la madre, de Florida (EE UU), le pidió a su hija que fuera
con ella para hablar. Entonces le explicó que la grasa es algo que tiene todo
el mundo para proteger los músculos y los huesos y que aporta energía al
cuerpo. Algunas personas tienen más grasa que otras, pero nadie es mejor o peor
por ello.
"Gordo'
no es una mala palabra en nuestra casa. Si regaño a mis hijos por decirlo les
estoy dando a entender que es una palabra insultante y mantengo el estigma de
que estar gordo es indigno, desagradable, cómico e indeseable", escribe
Kimmey, de 30 años.
Kimmey,
que tiene un historial de dietas yo-yo, de alimentación restrictiva y de
dismorfia corporal, cuenta que abrió su cuenta de Instagram con el fin de
inspirar a más personas con su travesía hacia el amor propio.
También
considera que es parte de su trabajo como madre tener un discurso coherente y
claro sobre la positividad corporal.
Kimmey
afirma que igual que tiene cuidado con los medios y el contenido que ella
consume, también trata de filtrar lo que llega a sus hijos, aunque sabe que no
puede protegerlos de todo.
"Tus
hijos van a casa de sus amigos. Tus hijos van a oír comentarios desagradables
en la escuela. Tus hijos van a consumir el ideal de perfección a la fuerza en
cada esquina... y por esto TIENE que ser una constante en casa, tienes que
mantener un diálogo abierto para darles confianza, para que adopten un ideal
corporal realista y para que celebren su singularidad a la vez que se les anima
a aceptar las diferencias de toda la humanidad", cuenta al HuffPost EE UU.
No
es la primera vez que Kimmey ha compartido sus pensamientos a la hora de criar
a sus hijos. En marzo se hizo viral una conversación que mantuvo con su hija
sobre sus estrías, que la madre describió como "brillantes",
"vivas" y "bonitas", y las bautizó como "franjas
relucientes". A raíz de aquel episodio, ahora va a publicar una serie de
libros para niños sobre la confianza en el físico de uno mismo. La primera
entrega será Glitter Stripes [Franjas relucientes], ilustrada por la activista
Sanne Thijs.
Kimmey
aboga por mantener estas conversaciones con los niños para eliminar el estigma
que rodea a ciertas palabras y para "ampliar y cuestionar el ideal de
belleza".
"Quiero
que los padres vean que la voz que más alto deberían escuchar nuestros hijos es
la nuestra, independientemente del ruido exterior que haya", sostiene. De
ahí que sea "fundamental elegir las palabras con cuidado y estar
dispuestos a mantener estas conversaciones complejas".